Ana Flecha Marco

Traductora de autores tan distintos como Anna Fiske, bell hooks o Kenneth Moe, e intérprete de jotas tradicionales revisadas con mirada feminista en el proyecto musical Ajuar, concibe la escritura, la traducción y la música como distintas formas de “reciclar” lo que ya existe para transformarlo en algo nuevo.

_Redacción

Fotografía: Laura C. Vela.

Entre la palabra y la imagen, entre la traducción y la música, Ana Flecha Marco se mueve con naturalidad por territorios creativos diversos. Sus novelas cortas —Mancha, Piso compartido y Planeta solitario— muestran que no le interesa tanto la trama como la voz, el tono y las sensaciones que dejan los personajes y sus paisajes. Traductora de autores tan distintos como Anna Fiske, bell hooks o Kenneth Moe, e intérprete de jotas tradicionales revisadas con mirada feminista en el proyecto musical Ajuar, concibe la escritura, la traducción y la música como distintas formas de “reciclar” lo que ya existe para transformarlo en algo nuevo. Conversamos con ella sobre la construcción de voces narrativas, el cruce entre lenguajes, la memoria como impulso creativo y las múltiples formas de mirar el mundo que le han dado sus viajes y su experiencia internacional.

Tus novelas cortas (como ManchaPiso compartidoPlaneta solitario) presentan estilos y protagonistas muy diversos. ¿Cómo abordas el desarrollo de voz narrativa y tono en cada proyecto y qué diferencias destacas entre ellos? 

Siempre suelo escribir a partir de una idea muy pequeña: un espacio, un personaje, una chispazo que aún no llega a ser idea. A partir de ahí me hago preguntas y empiezo a desarrollar un escenario y a los personajes que me gustaría que se movieran por él. El tono y la voz vienen dados por lo que me pidan la dinámica de la historia (casi siempre mínima, porque no me interesa demasiado la trama), de los personajes y de las sensaciones que quiero transmitir. Creo, mientras te digo esto, que en realidad escribo porque no sé pintar un cuadro y porque pintar un cuadro es una tarea mucho más aparatosa y siempre he sido de actividades baratas y que no ocupen demasiado sitio. Los tres libros que mencionas son, en efecto, muy distintos. Diría que lo que más los distingue es lo que define a cada uno: Mancha es una novelita que sucede en diversos espacios y donde el paisaje y la meteorología son muy importantes; Piso compartido es una novelita de interior, mucho más contenida en un lugar concreto y con una menor importancia de la narradora, porque su voz se diluye entre la del resto de los personajes; Planeta solitario es lo que en el mundo anglosajón se llamaría no ficción narrativa, una especie de memorias disfrazadas de libro de viajes.

Tu formación en traducción, interpretación y edición —además de tu experiencia viviendo en Noruega, Francia y Alemania— te da una perspectiva multicultural. ¿Cómo influye esta diversidad en tu proceso creativo, tanto como escritora como traductora? 

En su libro Entre les rives, Diane Meur, una escritora y traductora belga que traduce del alemán y del inglés al francés, dice algo que suscribo totalmente y que creo que responde muy bien a esta pregunta: «La traducción es mi oficio y ha forjado mi personalidad también como autora: sin duda, escribiría otras cosas y de otra manera si no pasara parte de mi tiempo traduciendo de dos lenguas extranjeras, si estuviera anclada en un solo idioma, en una sola cultura, en un solo territorio». Haber vivido en distintos países y haber aprendido varias lenguas me ha enseñado a tener una percepción mucho más plástica del mundo y de sus posibilidades, a acercarme a una misma vivencia desde varios puntos de vista. Traducir y editar libros que han escrito otras personas me ayuda a entender cómo se ensambla un relato y qué procesos hay que seguir para que una idea acabe convertida en un libro.

Como traductora has trabajado con autores como Anna Fiske, bell  hooks o Kenneth Moe. ¿Qué desafíos o satisfacción encuentras al traducir obras con estilos tan distintos? ¿Tienes algún método personal para preservar su "voz"? 

Una de las cosas que más me gustan de mi profesión es poder desarmar libros para volverlos a montar, como hacen los relojeros con los relojes. Aunque suele gustarme traducir a autores que ya conozco, siempre es estimulante cambiar de estilo, de tono y de forma de narrar. No tengo ningún método para casi nada, pero diría que para preservar la voz de un autor lo más importante es fiarse del texto y dejar que sea el propio texto el que te guíe. Leer y tomar decisiones que se adapten a lo que hemos leído.

Tu proyecto musical Ajuar reinterpretó jotas tradicionales con perspectiva feminista. ¿Qué paralelos encuentras entre esa transformación de letras populares y tu enfoque al escritura o traducción? 

A veces pienso que todas las cosas que hago consisten en lo mismo: reciclar algo que existe para convertirlo en algo parecido, pero distinto y nuevo. Cambiar la letra de una canción y hacer que encaje en una misma melodía se parece bastante a traducir, aunque en muchos sentidos el proceso sea casi opuesto, porque en una traducción lo peor que puedes hacer es cambiar el sentido del original.

En 2024 publicaste Planeta solitario. ¿Qué temas o inquietudes principales quisiste explorar en esa novela y cómo se conecta con tu trayectoria anterior? 

Planeta solitario no es una novela, aunque tampoco es estrictamente un ensayo. Como he dicho antes, es lo que en el mundo anglosajón se llamaría no ficción narrativa, una especie de memorias disfrazadas de libro de viajes. Como todos mis libros, parte de la inquietud por preservar la memoria, las cosas, los lugares y las personas que he conocido y es una excusa para explorar temas que me interesan, en este caso viajar en el sentido más amplio del término, ser de un lugar pequeño y salir a un mundo que es mucho más grande de lo que nos imaginamos y más diverso que lo que conocemos.

La ilustración infantil también forma parte de tu perfil creativo. ¿Cómo dialogan tu faceta como ilustradora con la escritura? ¿Surge primero la palabra o la imagen? 

La etiqueta ilustradora me queda bastante grande. Me gusta dibujar, me interesa muchísimo la ilustración de libros infantiles, tengo una extensa colección de álbumes y libros ilustrados y he ilustrado La niña búho y el fantástico viaje en balde, algo que no creo que me hubiera atrevido a hacer si el texto no fuera mío. Muchas veces, para escribir, pienso en imágenes. Me hago un tablero digital con la representación de lo que me evocan ciertas ideas o personajes que tengo en mente y a partir de ahí escribo. En mi escritura también hago mucho uso de las imágenes (aquí en sentido figurado) y para traducir consulto imágenes constantemente. Pienso mucho en la representación gráfica de las cosas, pero casi siempre trabajo con palabras.

Participaste en la Cantera de Traductores de ALITRAL en 2018. ¿Qué impacto tuvo esta experiencia en tu carrera profesional y en tu visión de la traducción literaria?

La Cantera de Traductores de ALITRAL fue un momento muy importante para mí, en materia profesional, sí, pero sobre todo en lo que respecta a lo humano. Gracias a la Cantera entré en contacto con con el tejido asociativo de Argentina, México y Colombia y también con compañeros de diversos países hispanohablantes que a través de esa experiencia se convirtieron en amigos. Además, visité la FILBo y conocí editoriales colombianas que hasta entonces desconocía.

Necesitamos su consentimiento para cargar las traducciones

Utilizamos un servicio de terceros para traducir el contenido del sitio web que puede recopilar datos sobre su actividad. Por favor revise los detalles en la política de privacidad y acepte el servicio para ver las traducciones.